lunes, 5 de diciembre de 2011

Una pequeña parte de la colección que consta de 3 cuentos y que lleva por título, El secreto de Violeta, con ilustraciones de Rebeca Jiménez Pintos. Los niños podrán acercarse a los muchos secretos que esconde la Madre Naturaleza...

LEO
La casa de Leo era la más antigua de todas. Recubierta de madera azul y con las ventanas pintadas  en color verde. Verde como la colina sobre la que fue construida hacía ya más de un siglo.
Su abuela Violeta, cuyo color de pelo respondía a su nombre, se había esmerado mucho en tejer unas preciosas cortinas repletas de mariposas, que en días de mucho viento, y si por error quedaban abiertas, parecían revolotear alrededor de la casa.
- Las mariposas nos traerán buenas noticias -. Así le dijo a su nieto, justo después de colocar la última cortina (...).

EL SECRETO DE VIOLETA
(...) La abuela Violeta, vestía un camisón blanco, lleno de puntillas y lazos de colores, siempre fue muy coqueta. Estaba sentada, dando la espalda a Leo y a punto de levantarse.
- ¡En seguida voy, cariño! - gritó creyendo que su nieto esperaba detrás de la puerta.
Sin embargo, no fue así, Leo pudo ver con sumo detalle lo que allí aconteció.
De pronto, al estirar los brazos para desentumecerse, dos pequeñas alitas brotaron de su espalda, casi imperceptibles, eran tan transparentes que daba la sensación de que fueran a rasgarse con la mirada.
Leo, se acercó sigilosamente hasta casi tocar a su abuela, no podía creer lo que estaban viendo sus ojos (...).

LEO CAMBIA
(...) Subieron al viejo desván. Violeta lo había acomodado, estaba reluciente, ventilado y había recogido, entre otras cosas, todas las ropas viejas que utilizaban Leo y sus amigos para disfrazarse. La cama de forja, que se escondía siempre debajo de todos aquellos trastos, lucía ahora resplandeciente con un edredón blanco y unos cojines de color rosa que brillaban ligeramente. Al lado de la cama, había colocado una mesilla de madera con una lamparita de noche con interruptor de pera, y al otro lado, un espejo de pie para que Ada, que así era como se llamaba la invitada, pudiera mirarse cada mañana. Era una niña hermosa, de tez blanca, y delicado cuerpecillo de alambre. Llevaba un vestido blanco que llegaba hasta sus tobillos y unos zapatos recubiertos de purpurina color plata (...).
                                                                           

(Si os ha gustado y os interesa leer más, escribidme un mail)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tus comentarios